Dios de mi alma me ha
perdonado y salvado muchas veces durante mi existencia humana.
El mayor y mas grande
milagro fue saber que Dios me ama, que vive dentro de mi corazón, que es mi
padre adorado y que Dios me concede el enorme honor de llamarme su hija. Ese es
el mas grande, valioso, hermoso y divino milagro de mi existencia.
Adicional a este
precioso milagro, yo he recibido de manos de Dios, muchos milagros en mi vida.
Tenia diez y ocho años,
había salido del colegio y estaba trabajando en un almacén de ropa. Llevaba más
de un año allí, cuando me enfermé de gravedad.
Fue mi corazón, de
repente se cansó, comenzó a trabajar muy lentamente. Una mañana, estando en mi
cama, abrí los ojos y me sentí muy mareada. Me levanté para bañarme e ir al
trabajo, pero caí al suelo desmayada. No puedo recordar muy bien, eso fue hace
mucho tiempo, pero creo que mis padres se asustaron mucho.
El desmayo no duro
mucho y luego de eso me recuperé y me fui al trabajo. Al llegar a la puerta de
entrada, mi jefe, mostrando cara de susto me dijo que yo me veía demasiado pálida,
que fuera al médico, no quería que nada malo me pasara. No me gustaba perder trabajo,
pero obedecí. Quería Ir a revisarme.
Después de una corta revisión,
me vi rodeada de muchos médicos y enfermeras. No entendía nada, pero sus caras
denotaban sorpresa y preocupación. Me dejaron casi dos meses hospitalizada, tratando
mi corazón, pero ningún medicamento ayudaba, así que, gracias a Dios,
descubrieron la manera de salvarme.
Me implantaron mi primer
marcapasos. En esa época no había tanta tecnología y, aun así, Dios de cielo,
mi amadísimo padre celestial, hizo para mi ese milagro de amor. El milagro de
que todo saliera bien, que el marca pasos funcionara de maravilla y que yo no
tuviera ninguna complicación ni antes, ni durante, ni después de la cirugía.
Ese era mi nuevo corazón,
ese corazón que me llenó de energía vital. Pero realmente fue Dios el que me
salvó, el que hizo que los científicos descubrieran los marca pasos, que esos
marca pasos salven las vidas de las personas que, como yo, no cuidamos bien de
los órganos que Dios nos dio, porque él nos hizo perfectos. Dios, puso sus
sagradas manos en las manos de los médicos y de las enfermeras que me
atendieron, puso su mente y su cerebro en las mentes y los cerebros de los
profesionales de la salud que me operaron y estuvo dentro de mi corazón dirigiendo
el procedimiento, para que todo saliera maravillosamente bien.
Y así ha sido durante
los otros cambios de marcapasos, que para el momento ya son 4.
Ahora entiendo,
gracias a Dios, que nada sucede por azar, que las bendiciones de Dios para mi y
para todos nosotros sus hijos son infinitas y que Dios nunca nos abandona
porque nos ama demasiado.
Me remonto a la época
de Jesucristo, cuando el vino por primera vez al mundo para salvarnos y Dios su
vida por nosotros y me doy cuenta de que cada vez que necesitamos de Dios, el esta
ahí, sufriendo en lugar de nosotros, para que nuestras dolencias sean mínimas.
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