Con mi corazón henchido
de dicha, mi espíritu totalmente feliz y renovado y mi mente llena de nuevos
conocimientos, después de cincuenta años, comencé a vivir verdaderamente.
Sabiendo que Dios estaba
dentro de mi corazón, que había sido testigo de todas mis acciones, mis
aciertos y desaciertos, yo estaba totalmente arrepentida por haber vivido tan
equivocadamente.
Pero también estaba
absolutamente agradecida con Dios, por concederme la gracia de conocer la
verdad, tener tiempo para arrepentirme de lo malo y corregirlo.
Dios me dio una nueva
oportunidad en mi existencia, la oportunidad de vivir y de hacer las cosas bien por primera
vez. Dios me volvió una persona totalmente diferente.
Para empezar, tuve
que reconocer mis enormes errores en frente de Dios, aceptar lo equivocada que estuve
toda mi vida, no solo en mis acciones, sino también en manera de pensar y de hablar.
No les voy a decir
que es fácil, para lo seres humanos es mejor hacer las cosas que creemos
correctas en lugar de las que lo son. Pero gracias a Dios, aprendo a vivir cada
día y a actuar por amor a Dios y no por mi capricho humano.
Después de que Dios me
habló, aprendí que la verdadera felicidad de un ser humano no radica en las
cosas que tenemos, o en las personas conocemos.
La verdadera
felicidad está dentro de mi corazón, es el amor de Dios, es su sagrada
presencia, es saber que el es mi padre adorado y saber que tengo el enorme honor de ser
llamada hija suya.
Dios es el creador
del universo, de todas las cosas y las criaturas del universo. Dios es mi señor
y creador. Dios es Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y el espíritu santo es el señor
y dador de vida, lo que significa que, si tengo vida, es porque Dios existe
dentro de mi alma.
Que fácil es ahora
para mi tener este divino conocimiento y que triste me siento por no haber
escuchado antes la voz de Dios, así no hubiera perdido tanto tiempo en mi vida.
Sin embargo, gracias a Dios, ahora se
que los tiempos perfectos son los tiempos de Dios y el es quien sabe cómo, cuándo
y dónde. Hoy en día, cada día, a cada instante yo hablo con Dios para
agradecerle, para hacerle saber cuanto yo lo amo y cuanto lo necesito. Y puedo
afirmarles a todos ustedes que vivir bajo el amparo y la bendición de Dios es lo único que
me mantiene viva y me hace feliz.
Por esa razón voy a
narrarles ahora, uno a uno, los milagros recibidos de manos de mi adorado padre
celestial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
SEND YOUR COMMENTS