Dorotea y algunas mujeres de la aldea, iban a rezar a la cueva donde tenían improvisado un altar. Ese era su trabajo todas las mañanas. Le agradecían a Dios por las bendiciones recibidas y le suplicaban por el milagro de la lluvia.
Habian pasado ya casi cuatro semanas y la sequía arreciaba. Ya en las colonias contiguas, el sol había quemado todas sus cosechas y los integrantes de las comunidades tenían que irse en busca de otros rumbos, de otras maneras para sustentar a sus familias.
Pero a pesar del excesivo calor, los sembrados de plátano de la aldea de Dorotea no habían sufrido ningún daño.
Ninguna de las otras aldeas, sabia con exactitud la ubicación de ese paraíso escondido. Todos sus habitantes mantenían su vivienda en secreto por temor a los malvados que los expulsaron de sus antiguas tierras.
Dorotea sabia exactamente porque ellos eran tan privilegiados y porque estaban bendecidos, sabia que su en su comunidad habían personas de fe, y que esa fe les permitía saber que mientras mas grande es la fe, mas grande son los milagros.
Esa mañana, como de costumbre, Dorotea y sus vecinas se arrodillaron al frente del altar. Estaba dentro de una cueva. Trajeron piedras del río y formaron formaron un piso con ellas sobre el que se podían arrodillar.
Estaban en frente del mar. Esa cueva existía desde hace mucho, nadie sabe para que era, la encontraron cuando colonizaron esas tierras y la dedicaron a la oración. Aunque era oscura era muy hermosa, una pequeña luz se asomaba por entre las rocas oscuras de piedra para iluminar su templo.
Se arrodillaron con mucha devoción y comenzaron a expresar sus oraciones en voz alta. Le decían a Dios, gracias, por todos los favores recibidos, gracias por amarnos como nos amas y gracias por darnos vida y salud. Te rogamos oh padre santo que bendigas las nubes que están cerradas para que se abran y llenen nuestras tierras con la gracias de la lluvia. Te lo suplicamos por tu inmenso amor y te damos gracias anticipadas.
Esta historia continuará.......
Dorotea sabia exactamente porque ellos eran tan privilegiados y porque estaban bendecidos, sabia que su en su comunidad habían personas de fe, y que esa fe les permitía saber que mientras mas grande es la fe, mas grande son los milagros.
Esa mañana, como de costumbre, Dorotea y sus vecinas se arrodillaron al frente del altar. Estaba dentro de una cueva. Trajeron piedras del río y formaron formaron un piso con ellas sobre el que se podían arrodillar.
Estaban en frente del mar. Esa cueva existía desde hace mucho, nadie sabe para que era, la encontraron cuando colonizaron esas tierras y la dedicaron a la oración. Aunque era oscura era muy hermosa, una pequeña luz se asomaba por entre las rocas oscuras de piedra para iluminar su templo.
Se arrodillaron con mucha devoción y comenzaron a expresar sus oraciones en voz alta. Le decían a Dios, gracias, por todos los favores recibidos, gracias por amarnos como nos amas y gracias por darnos vida y salud. Te rogamos oh padre santo que bendigas las nubes que están cerradas para que se abran y llenen nuestras tierras con la gracias de la lluvia. Te lo suplicamos por tu inmenso amor y te damos gracias anticipadas.
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