miércoles, 31 de julio de 2019

RECIBIENDO EL MILAGRO


Y sucedió, las oraciones de aquel pueblo, de eso hombres, mujeres y niños de fuerte e inquebrantable fe, fueron escuchadas por Dios.

Inmediatamente después de que terminaran de rezar y se dirigían a sus hogares, la lluvia comenzó a caer. Era una lluvia brillante, tibia, amorosa lluvia enviada por las sagradas manos de Dios.

Esa lluvia llenaba de alegría a aquel pueblo sediento, le daba vida y felicidad a sus sembrados.

Después de muchos meses de sequía, la lluvia le daba otro aspecto a todos los seres que se beneficiaban de ella enormemente.

Dios, en su infinita bondad, amor y ternura hacia la humanidad, abrió los cielo, envió las nubes cargadas con su maravillosa agua y los derramó abundantemente sobre aquellas tierras para llenarlas de fertilidad y prosperidad.

Las personas estaban felices, los hombres danzaban, las mujeres cantaban, los niños gritaban de alegría. 

Dorotea tomo a su hijo en brazos y salio corriendo en busca de su esposo Epa para abrazarlo y que ambos fueran al altar a dar gracias por las bendiciones recibidas.

Encontró a Epa con un grupo de amigos, acostados sobre el pasto, disfrutando de la lluvia cayendo sobre sus cuerpos. Sus rostros denotaban una felicidad que Dorotea hace mucho tiempo no veía.

Cuando Epa vio a Dorotea con su hijo en brazos se levantó, corrió a su encuentro y todos caminaron directo al altar para decirle a Dios cuan agradecido estaban y para reiterar su amor y su fe en él.

FIN

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