Cuando se trata de hablar de los maravillosos milagros de Dios en este mundo, muchas personas no quieren ni siquiera escuchar nada a cerca de ese tema.
A mis Diez y ocho años, después de haber recibido tres enormes, gigantescos, fantásticos milagros, yo estaba lista para enfrentarme al mundo. Pero lo que yo no sabia era que eso que fue para mi un extraordinario milagro que me regresó a la vida, me haría para mi familia una pesada carga.
Y no era el hecho de estar viva, ya de por si yo era una carga para ellos, era el hecho de saber que mi corazón había fallado y que ahora dependía de un artefacto para seguir viviendo.
Durante muchos años fui victima del abandono, ellos no vislumbraban como yo la grandeza de mi existencia, solo veían en mi alguien que no es completamente sano.
Pero estaba sana, mas viva que nunca, con nuevas y renovadas energías que me hacían querer comerme el mundo.
Y eso fue lo que hice, yo no quería que me miraran con desdén o con lastima, nunca sentí que ninguno de los miembros de mi familia me amara, no sabia porque, no lo entendía en ese momento, pero tampoco me interesaba.
Solo quería irme, huir de la casa de mis padres, de sus reglas, de sus exagerada manera de educarme. Quería huir de los golpes, porque para ese entonces, ya tenia conciencia de lo importante que era estar viva y vivir tranquila.
Pero a los diez y ocho años lo único que uno comete son errores y yo, pues no fui la excepción, quería salir urgentemente de mi casa paterna, estaba cansada de sentirme inútil, relegada, no amada. Y entonces ahí estaba la solución, mi novio, aquel joven encantador con el que llevaba dos años de relación y la única persona que me visitó en el hospital. Era todo lo que necesitaba.
El tenia que irse lejos, su familia necesitaba que se encargara de algunos negocios que tenían fuera de la ciudad, en un pueblo apartado del mundo. Me dijo que nos fuéramos juntos, le dije que no me iría sin casarme y me dijo pues casémonos.
Y así de fácil, me casé con el único propósito de poder salir de mi casa sin conflictos. Claro que mi papá no estuvo de acuerdo y por eso mis únicas acompañantes en la iglesia fueron mi madre y mi suegra.
El tenia que irse lejos, su familia necesitaba que se encargara de algunos negocios que tenían fuera de la ciudad, en un pueblo apartado del mundo. Me dijo que nos fuéramos juntos, le dije que no me iría sin casarme y me dijo pues casémonos.
Y así de fácil, me casé con el único propósito de poder salir de mi casa sin conflictos. Claro que mi papá no estuvo de acuerdo y por eso mis únicas acompañantes en la iglesia fueron mi madre y mi suegra.
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