Cada día, al despertar, miro a mi rededor y puedo verlo todo. Quizá es que ahora tengo mucho tiempo libre después de quedarme sin empleo, o tal vez es que apenas ahora, cuando me hago vieja, he comenzado a valorar mas las cosas que Dios me da.
Y es que durante mucho tiempo yo estuve ciega para ver las maravillas del Universo que Dios nos regaló, sorda para escuchar su voz a través del silencio, cerrada al entendimiento de la creación del mundo.
Vivía sin vivir, sin un real propósito, con muchos sueños y sin ellos. Nunca me detuve a pensar ni a reflexionar a cerca de mis acciones antes de realizarlas, ni de que era lo que quería hacer con mi vida.
Por eso estudie de todo, hice de todo, estuve bailando, cantando, perdiendo mi tiempo en estupideces que no trajeron a mi vida nada positivo. Estudie de todo pero nunca me profesionalicé en nada. Me he pasado toda una vida tirando mi tiempo a la basura.
Finalmente, después de tantos años vividos y perdidos, después de haber desperdiciado todas las magnificas oportunidades que Dios me dio, por actuar locamente sin pensar, ahora, cuando el tiempo se acaba, mi vida parece tener un real propósito.
No se si el tiempo me alcanzará para hacer ese propósito realidad, pero lo que si se es que los tiempos perfectos son los tiempos de Dios y que mi fe ciega en él me da la certeza de que así será.
Como les estaba contando en las cartas anteriores, después de un matrimonio fallido y haciendo recibido tres preciosos milagros de las manos bondadosas de Dios, yo me disponía a enfrentar un destino doloroso y difícil.
Estaba sola en el mundo, sin familia y sin hogar y con la enorme responsabilidad de criar y sacar adelante a mis tres preciosos hijos que no tenían la culpa de mis equivocaciones.
Les confieso que en esa época yo sentí mucho miedo, porque mi condición de humano equivocado no me había permitido percatarme y valorar la presencia de Dios en mi vida, a pesar de haber sido haber recibido tan enormes milagros.
Cuando era joven nunca supe agradecer nada de lo que tenia, mi vida, mi salud, la vida de mis hermosos hijos, su salud, la valiosa compañía que Dios me dio a través de su nacimiento.
Fue muy difícil mi vida, me enfrenté a muchas situaciones tristes y desagradables, pero no puedo dejar de agradecerle a Dios, porque hasta este momento ni siquiera se, como fue que pude sacarlos adelante. Porque si no fuera por Dios, yo nunca hubiera sido capaz de sobrevivir en ese mundo lleno de desamor en el que me encontraba.
Y es que durante mucho tiempo yo estuve ciega para ver las maravillas del Universo que Dios nos regaló, sorda para escuchar su voz a través del silencio, cerrada al entendimiento de la creación del mundo.
Vivía sin vivir, sin un real propósito, con muchos sueños y sin ellos. Nunca me detuve a pensar ni a reflexionar a cerca de mis acciones antes de realizarlas, ni de que era lo que quería hacer con mi vida.
Por eso estudie de todo, hice de todo, estuve bailando, cantando, perdiendo mi tiempo en estupideces que no trajeron a mi vida nada positivo. Estudie de todo pero nunca me profesionalicé en nada. Me he pasado toda una vida tirando mi tiempo a la basura.
Finalmente, después de tantos años vividos y perdidos, después de haber desperdiciado todas las magnificas oportunidades que Dios me dio, por actuar locamente sin pensar, ahora, cuando el tiempo se acaba, mi vida parece tener un real propósito.
No se si el tiempo me alcanzará para hacer ese propósito realidad, pero lo que si se es que los tiempos perfectos son los tiempos de Dios y que mi fe ciega en él me da la certeza de que así será.
Como les estaba contando en las cartas anteriores, después de un matrimonio fallido y haciendo recibido tres preciosos milagros de las manos bondadosas de Dios, yo me disponía a enfrentar un destino doloroso y difícil.
Estaba sola en el mundo, sin familia y sin hogar y con la enorme responsabilidad de criar y sacar adelante a mis tres preciosos hijos que no tenían la culpa de mis equivocaciones.
Les confieso que en esa época yo sentí mucho miedo, porque mi condición de humano equivocado no me había permitido percatarme y valorar la presencia de Dios en mi vida, a pesar de haber sido haber recibido tan enormes milagros.
Cuando era joven nunca supe agradecer nada de lo que tenia, mi vida, mi salud, la vida de mis hermosos hijos, su salud, la valiosa compañía que Dios me dio a través de su nacimiento.
Fue muy difícil mi vida, me enfrenté a muchas situaciones tristes y desagradables, pero no puedo dejar de agradecerle a Dios, porque hasta este momento ni siquiera se, como fue que pude sacarlos adelante. Porque si no fuera por Dios, yo nunca hubiera sido capaz de sobrevivir en ese mundo lleno de desamor en el que me encontraba.
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