Ayer les estaba hablando a cerca de los milagros que he recibido de las sagradas manos de Dios durante toda mi vida, y les estaba diciendo que han sido tantos que no creo que me alcance el tiempo para enumerarlos. Sin embargo, lo voy a intentar hasta que Dios me lo permita.
Como les decía ayer, llegué a mis Diez y ocho años sin pena ni gloria, nada interesante paso en mi vida, que yo recuerde, por supuesto. Trabajaba como vendedora en un almacén de ropa femenina, mi primer empleo. Ganaba el salario mínimo, la mitad de este era para darle a mi madre y la otra mitad para comprar mis cosas.
En realidad no tenia la presión de la responsabilidad de llevar un hogar, pagar arriendo, servicios, comida. Ese era el trabajo de mi padre y déjenme decirle que lo hacia bastante bien.
Yo peleaba mucho con mis hermanos, nunca nos la llevamos bien. Demasiadas cargas emocionales, demasiadas envidias, desigualdades. Esas cosas ocupaban casi todo mi tiempo, pensar, hablar, discutir, ese era el pan de cada día.
Una mañana, a eso de las 6 quise levantarme para ir a bañarme y prepararme para el trabajo, pero no pude. Caí al suelo pesadamente y me desmaye durante unos minutos.
Cuando me desperté tenia a mis papas en frente de mi, mirándome con curiosidad. Yo les dije que todo estaba bien y me levanté.
Tomé un baño, me vestí y salí de casa rumbo al trabajo.
Pero al llegar, mi jefe ni siquiera me dejó pasar de la puerta, me dijo que no me veía bien, que estaba muy amarilla, que me fuera al hospital, el no quería tener problemas por mi culpa.
Sin prestar mucha atención al hecho y en vista de que no me sentía al cien por ciento bien, decidí obedecer a mi jefe e irme al hospital.
Llegué como a las ocho de la mañana y tuve que esperar casi hasta el medio día para que me atendieran.
Gracias a Dios, el medico que me vio de primera vez se preocupó mucho por mi, llamo a varios médicos y todos comenzaron a hablar en términos médicos que yo no entendía, pero sus caras denotaban mucha preocupación.
La situacion me era totalmente indiferente, no sabia que estaban diciendo los médicos, pero no sentía ninguna preocupación. No parecía que estuvieran hablando de mi.
En realidad no tenia la presión de la responsabilidad de llevar un hogar, pagar arriendo, servicios, comida. Ese era el trabajo de mi padre y déjenme decirle que lo hacia bastante bien.
Yo peleaba mucho con mis hermanos, nunca nos la llevamos bien. Demasiadas cargas emocionales, demasiadas envidias, desigualdades. Esas cosas ocupaban casi todo mi tiempo, pensar, hablar, discutir, ese era el pan de cada día.
Una mañana, a eso de las 6 quise levantarme para ir a bañarme y prepararme para el trabajo, pero no pude. Caí al suelo pesadamente y me desmaye durante unos minutos.
Cuando me desperté tenia a mis papas en frente de mi, mirándome con curiosidad. Yo les dije que todo estaba bien y me levanté.
Tomé un baño, me vestí y salí de casa rumbo al trabajo.
Pero al llegar, mi jefe ni siquiera me dejó pasar de la puerta, me dijo que no me veía bien, que estaba muy amarilla, que me fuera al hospital, el no quería tener problemas por mi culpa.
Sin prestar mucha atención al hecho y en vista de que no me sentía al cien por ciento bien, decidí obedecer a mi jefe e irme al hospital.
Llegué como a las ocho de la mañana y tuve que esperar casi hasta el medio día para que me atendieran.
Gracias a Dios, el medico que me vio de primera vez se preocupó mucho por mi, llamo a varios médicos y todos comenzaron a hablar en términos médicos que yo no entendía, pero sus caras denotaban mucha preocupación.
La situacion me era totalmente indiferente, no sabia que estaban diciendo los médicos, pero no sentía ninguna preocupación. No parecía que estuvieran hablando de mi.
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