Déjenme darles mi
humilde opinión a cerca de los malos comentarios, de todas aquellas personas
que se pasan la vida hablando mal de otras, y de esas otras que se dejan
influenciar enormemente por esas habladurías.
Todos los días, yo le
doy gracias a mi Dios del cielo, por haberme enseñado a no tener en cuenta las
opiniones negativas de nadie a cerca de mí, acerca de algún miembro de mi
familia o acerca de cualquier otra persona que yo ni siquiera conozco.
Por haberme enseñado también
a no hablar mal de nadie ni a juzgar a nadie, porque el único que tiene ese
derecho es mi adorado padre celestial.
Todos los seres
humanos existimos en este mundo de amor, gracias a nuestro padre Dios, y esa
existencia que tenemos es maravillosamente buena y hermosa.
Tenemos la bendición de
Dios de recibir dones de las manos de Dios todos los días de nuestra vida, dones
y milagros de amor que nunca se terminan.
Nacimos, crecimos, nos
hicimos adultos y viejos, gracias al amor incondicional que Dios nos da y lo único
que debemos hacer para merecer ese amor es amar a Dios por sobre todas las
cosas del mundo, seguir sus mandamientos y tener en cuenta única y
exclusivamente las palabras y los consejos de Dios.
Ningún ser humano
tiene el derecho a perjudicar la vida de otro, así que no les demos ese poder.
Lo que una persona habla de otra de manera negativa, solo refleja la pobreza de
su corazón y es trabajo de cada uno de nosotros el nunca dejarnos llevar por lo
que las personas dañinas digan.
Dios es todo, es el único
y el verdadero y Dios, siendo el dueño del mundo y de nuestra vida, lo único que
tiene para nosotros es amor.
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